lunes, 7 de septiembre de 2009

Las palabras tienen significado y se usan con intensión

Generalmente es difícil decidir por dónde empezar, más cuando se trata de un tema complejo y del que todo mundo afirma que sabe.

Empecemos por reconocer que los autores de propuestas, proyectos, programas, etc. eligen cuidadosamente las palabras que emplearán, porque desean que su idea sea comprendida y porque buscan producir en sus lectores determinadas emociones. Por ello, no hay que dejar de lado las palabras o términos que se emplean para expresar una idea. Las palabras representan ideas, son parte de ellas, tienen significado. Es ingenua la expresión: “llámale cómo quieras, lo importante es la idea”.

El proyecto educativo original del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) solía resumirse como “aprender a aprender”, para señalar su meta educativa. Vale señalar que no era “enseñar a aprender”.

Posteriormente, se agregaron las frases “aprender a hacer” y “aprender a ser”, con el propósito de ampliar los alcances al incluir aspectos operativos, orientados al campo laboral, por un lado, y a componentes éticos y hasta de índole moral en la formación proporcionada por el CCH, por el otro.

Luego de la reforma de los años 90 del siglo pasado la cosa quedó en términos de un “bachillerato de cultura básica”, para reiterar el distanciamiento del proyecto con el enciclopedismo, entendido como el pretencioso propósito de enseñarlo todo acerca de una disciplina. Al decir cultura básica se intentaba dar la idea de conocimiento amplio y diverso (cultura) y de punto de partida, cimiento o base.

Recientemente circuló e inquietó a muchos el producto de un programa institucional, dirigido por la Dra. Rosaura Ruiz Gutiérrez, Secretaria de Desarrollo Institucional, de la Rectoría de la UNAM. Se le conoce como el libro azul pero su nombre es “Conocimientos fundamentales para la enseñanza media superior. Una propuesta de la UNAM para su bachillerato”. Paralelamente se impartieron cursos y editaron libros de algunas disciplinas con el nombre de “conocimientos fundamentales”.

La alarma cundió cuando se creyó que era una adaptación del proyecto de la SEP (Reforma Integral de la Enseñanza Media Superior), pero tanto el Consejo Técnico del Bachillerato como la Rectoría aclararon que no era así e incluso tomaron distancia de dicho proyecto. Hecho peculiar y algo extraño.

Atendiendo a las palabras, “conocimientos fundamentales” parece ir en la línea de “cultura básica”, aunque auto-restringiéndose a lo mínimo que debe saber un egresado del bachillerato de la UNAM. De inmediato aparece como más limitado, pero tiene un sentido educativo concreto y práctico, que es determinar lo mínimo que se espera que aprendan los alumnos, porque no definirlo con precisión suele propiciar que la idea de cultura básica sea, en la práctica, reducida al absurdo de permitir que los alumnos aprendan casi nada. Las suspicacias no surgieron, sin embargo, de la desaparición de la palabra cultura sino de suponer que “fundamentales” puede ser sinónimo de máximos o que los “conocimientos fundamentales” terminarían siendo lo único o el todo que se enseñaría en el bachillerato de la UNAM.

La inquietud por “el libro azul” surgió por el creciente rumor de que la RIEMS estaba por llegar a la UNAM.

La RIEMS alude de inmediato a la “enseñanza por competencias”. Por supuesto, la primer pregunta es por qué “competencias”, por qué se emplea esa palabra y no otra. La respuesta obvia es porque esa palabra significa lo que esa propuesta educativa se propone, es decir, lograr que los egresados del bachillerato sean competitivos, que sean trabajadores competentes. Es de suponerse que se incluyen las acepciones de ser competente (capaz) y competitivo (competir con los demás y sacar ventaja).

De ser así, resulta más autolimitada y simplificadora que los “conocimientos fundamentales” y más aún que la “cultura básica”.





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